domingo, 1 de julio de 2012

La involución de las especies

La sociedad va evolucionando o, al menos, eso parece, pero ese infructuoso avance trae de la mano un gran retroceso humano.

El Estado del Bienestar crece, cada vez tenemos más comodidades de dudosa necesidad pero, ¿a qué precio? La humanidad y el sentimiento de solidaridad están retrocediendo o, en todo caso, no van a la par que el progreso tecnológico y productivo.  

Por ello, puede que esta evolución material que sacude nuestros días y que nos facilita tareas que antes eran imposibles o que costaban más trabajo llevar a cabo conlleve un cierto retroceso. Para fabricar  la gran cantidad de aparatos que utilizamos día a día para “vivir”, es necesaria una incesante adquisición de recursos naturales que suelen encontrarse en países empobrecidos. Todo lo que nos rodea, como el teléfono móvil, el ordenador, la televisión o el coche está compuesto por materiales que, en muchas ocasiones, han sido extraídos bajo condiciones de explotación laboral y vulneración de derechos humanos. ¿Quién no ha oído hablar en alguna ocasión del coltán como componente de teléfonos móviles y de la mafiaque esconde su extracción?

Grandes multinacionales se apropian de los recursos naturales de estos países para que los ciudadanos occidentales podamos disfrutar de toda clase de aparatos tecnológicos cuyas piezas han dado la vuelta al mundo. Todo ello, además, conlleva una creciente acumulación de basura que, como no podría ser de otra manera, es acumulada en lo países empobrecidos.

Por tanto, cabe poner en duda la humanidad del ser humano. A la par que la sociedad evoluciona gracias a las nuevas tecnologías, parece como si la esencia fuera suplantada por paraísos artificiales. Lo peor es que todos somos conscientes de ello, pero seguimos con nuestra vida sin dilaciones.

Esta brecha tecnológica no hace sino aumentar las distancias entre el desarrollo de los países del Norte y el de los países del Sur, pero lastra el desarrollo humano de los países enriquecidos.

Es cierto que la desigualdad siempre ha existido, así como la pobreza. Sin embargo, el supuesto e incesante avance que nos acontece debería aplicarse en la reducción de las desigualdades y no en el aumento de las mismas. El progreso tecnológico debería avanzar detrás del progreso humano, y no en función de la comodidad de una parte de la población mundial y del interés económico de otra parte aún más reducida. Por tanto, esa capacidad humana cada vez más desarrollada para avanzar en lo que a innovaciones tecnológicas se refiere debería emplearse en hacer del mundo un lugar más justo.

Esta involución de la especie humana es reforzada desde el sistema de economía de mercado, donde la industria financiera y las grandes multinacionales marcan el ritmo, y es alimentada por el egocentrismo y el materialismo inducidos a través de la publicidad y de los medios de comunicación en su incesante intento por perpetuar un consumismo sin frenos y sin conciencia. 

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