viernes, 20 de abril de 2012

¿Dónde están los límites de la moralidad, de los principios?

En este sistema capitalista, donde todo tiene un precio, el dinero convertido en Dios impone su dictadura a través del trabajo y del miedo, del terror del que lo tiene ante la posibilidad de perderlo y del terror del que lo anhela. Todo trabajo, como parte de un engrasado engranaje, contribuye a que la máquina económica – totalmente carente de escrúpulos – vaya a toda vela, pero solo unos poquitos manejan el timón.

Todos engrasamos el salvaje sistema con lo que llamamos bienestar. Algo que algunos, sumidos bajo la red de la ignorancia extrema, se atreven a llamar libertad.

Y luego llega el círculo vicioso del consumo, del consumismo, parafraseando al gran José Luis Sampedro con lo que supone el maldito sufijo. Y es que el depredador sistema se alimenta de un pez grande que no deja de morder al pequeño: la producción y su alter-ego, el consumo, uno no es sin el otro en este mundo capitalista en el que todo tiene un precio, incluso la dignidad. 

El problema llega cuando los límites de la moralidad y de los principios se antojan lejanos y el trabajo entra en conflicto con los derechos humanos. Los negocios más fructíferos para sus mandatarios parecen ser incompatibles con el respeto a los derechos humanos en el sistema capitalista. Resulta cuanto menos indignante que las empresas de mayor éxito económico y con mejor volumen de negocio sean entidades multinacionales que rozan – algunas levemente, otras de lleno – la ilegalidad en cuanto a explotación laboral, contaminación o evasión de impuestos se refiere, entre otras tantas cualidades de los particulares amos del mundo.

Aprovechándose de la globalización y el neoliberalismo salvaje, para las grandes corporaciones el fin justifica los medios y, si el fin es ganar dinero, los medios quedan invisibilizados y asumidos bajo una moral totalmente carente de principios.

Los medios que las grandes corporaciones utilizan en esta carrera del capitalismo pasan por la explotación de los trabajadores produciendo sus productos en países neo-colonizados bajo la lógica imperialista de la economía de mercado. 

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